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“Las personas con esquizofrenia son, por lo general, tranquilas y pacíficas. De hecho, es más probable que tiendan a evitar situaciones problemáticas dando prioridad a la soledad”. Así de tajante se muestra Juan Jesús Muñoz, Doctor en Psicología y coordinador del área de rehabilitación en Salud Mental del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos (Madrid) al hablar sobre la esquizofrenia en su día mundial.
“Las posibilidades de agresión en la esquizofrenia se relacionan con etapas de descompensación de la enfermedad pero, en todo caso, no son frecuentes. Estudios relevantes en nuestro país muestran cómo sólo en torno al 5 por ciento de las personas afectadas presentan conductas agresivas en caso de recibir tratamiento mientras que el valor en la población general estaría en torno al 10 por ciento. Además, esta violencia es de carácter verbal en la mayoría de los casos (en torno al 50 por ciento)”.
Como destaca el psicólogo, la asociación entre esquizofrenia y violencia es, para los profesionales de la salud mental, uno de los mitos típicos asumidos por la sociedad. “Creer que las personas con esquizofrenia son impredecibles, descontroladas o peligrosas es un error habitual que estigmatiza al afectado. Una adecuada intervención medicamentosa y psicológica “da la vuelta a la tortilla” e, incluso, nos encontramos con mayor riesgo de sufrir violencia que en el resto de la población”.
Qué es la esquizofrenia
El término esquizofrenia alude a diagnóstico psiquiátrico, es decir, se trata de una enfermedad mental que tiene un carácter grave. Las raíces etimológicas de la palabra son griegas y significan “ruptura de la mente”. En síntesis, este trastorno mental implica un conjunto de síntomas que se plasman en conductas difícilmente comprensibles por los demás y que afectan a las esferas vitales relevantes de quien la padece.
En palabras de Juan Jesús Muñoz, “la prevalencia de la esquizofrenia es similar en todos los países del mundo y se sitúa, de forma general, en torno al 1 por ciento, aunque lo más correcto es evitar tanta exactitud y hablar de un rango de entre el 0,5 y el 1,5 por ciento. En España hablaríamos de una cifra en torno a las 600.000 personas con trastornos del espectro psicótico (esquizofrenia o trastornos asociados a la misma)”.
El coordinador del área de rehabilitación en Salud Mental del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, manifiesta que “aunque tradicionalmente se ha considerado que ni el sexo, ni la raza ni la diferenciación socioeconómica alteran significativamente la prevalencia de la enfermedad, lo cierto es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que de los 21 millones de personas que se estiman afectadas en el mundo, 12 millones son varones y 9 millones mujeres. Por tanto, sería más correcto decir que ninguna de las condiciones mencionadas impide el riesgo de aparición de la esquizofrenia”.
Esquizofrenia positiva y negativa
Muñoz señala que los síntomas son, básicamente, de dos tipos y se refieren a los llamados síntomas positivos (delirios y alucinaciones) y síntomas negativos (déficits motivacionales o deterioro cognitivo).
“El delirio sería una creencia defendida con plena convicción a pesar de que la evidencia muestre lo contrario, mientras que la alucinación sería una percepción sin objeto, es decir, en cualquiera de nuestros sistemas sensoriales percibimos un estímulo sin que “físicamente” esté presente. Esto da pie a, por ejemplo, escuchar voces que no están y/o ver o sentir elementos no presentes. Los síntomas negativos se vinculan a un empobrecimiento en la personalidad y tienen que ver con la falta de interés o iniciativa, apatía, retraimiento social así como falta de respuesta emocional”.
En cuanto al origen de este enfermedad, Juan Jesús Muñoz explica que los factores genéticos juegan un papel relevante en la génesis de la esquizofrenia“. No obstante, este trastorno mental tiene un origen multicausal y resulta erróneo atribuir exclusividad a la genética en la aparición de la esquizofrenia respecto a otros factores. Sin ir más lejos los estudios basados en gemelos monocigóticos (originados a partir de un único óvulo y espermatozoide y que comparten carga genética) descendientes de progenitores con esquizofrenia hay un concordancia de la enfermedad del 50 por ciento, por lo que el peso de los factores ambientales es indiscutible”.
Seis tipos de esquizofrenia… o ninguno
El experto señala que tradicionalmente se han considerado seis tipos de esquizofrenia denominados esquizofrenia catatónica, paranoide, simple, residual, desorganizada o hebefrénica e indiferenciada. La catatónica alude, sobre todo, a alteraciones psicomotoras (por ejemplo: inmovilidad); la paranoide se refiere a delirios y/o alucinaciones; la simple a la presencia de síntomas negativos (por ejemplo: falta de voluntad) sin presencia de síntomas positivos y en un contexto global de empobrecimiento cognitivo; la residual a síntomas positivos disminuidos o de baja intensidad con mayor presencia de síntomas negativos que permanecen tras haber tenido un brote (pérdida temporal del contacto con la realidad de forma repentina); la desorganizada implica alteraciones que dan lugar a una conducta caótica así como poco organizada y; por último, la indiferenciada se refiere a aquellos casos que no encajan en las descripciones previas.
Conviene señalar que el DSM-5 (última clasificación de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría) elimina la clasificación clásica de los subtipos de esquizofrenia en base a la supuesta pobre descripción que aportan ante la heterogeneidad del trastorno.
Prevención
Al hablar de prevención, Juan Jesús Muñoz explica que es una pregunta de difícil respuesta aunque, en la práctica, sea más adecuado responder con un no. “Si bien es cierto que podemos reconocer situaciones de riesgo y tenemos claro que las situaciones de estrés agudo o irregularidades anímicas no ayudan, la verdad es que la principal prevención en esquizofrenia se vincula a la toma regular de la medicación para dificultar la aparición de los síntomas. Sin embargo, tal y como se ha señalado previamente, pese a que los factores genéticos marcarían una vulnerabilidad a padecer el trastorno hay que incidir en el conjunto de variables ambientales que conocemos (por ejemplo las drogas) para no incrementar el riesgo de aparición del trastorno”.
La gravedad de la enfermedad así como sus consecuencias están íntimamente relacionadas con el seguimiento de los tratamientos médicos y psicológicos que están modulados por la inversión económica. “Invertir en salud mental produce un desarrollo social sostenible, ya que la falta de recursos en la intervención de la esquizofrenia agrava las consecuencias de la enfermedad para los afectados y, por extensión, al resto de personas, lo que implica una sociedad poco solidaria pero, también, poco inteligente en la que se aumentan los costes necesarios para los tratamientos por no haber invertido los recursos necesarios en los momentos clave” sentencia.