Cerca del 1% de la población padece algún trastorno mental grave y necesita el 50% de los recursos
“La prevalencia del trastorno mental grave se sitúa entre el 0,6 y el 1 por ciento de la población en la mayoría de los países europeos y, sin embargo, absorbe el 50 por ciento de los recursos asistenciales en salud mental”. Estos datos los ha puesto de manifiesto Isabel Oñoro, psicóloga clínica del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos durante el curso “Nuevos enfoques en la rehabilitación psicosocial de la enfermedad grave y duradera” organizado por la Comunidad de Madrid e impartido por profesionales del Centro San Juan de Dios.
Este curso, que se ha desarrollado a lo largo de un mes, ha tenido como objeto “estimular el intercambio de información, opiniones y trabajo con profesionales del área de la salud mental de la Comunidad de Madrid y, además, transmitir nuestro concepto de cuál es la situación actual y las posibles demandas”, explica Juan Jesús Muñoz, uno de los coordinadores del curso y coordinador de rehabilitación del área de Salud Mental del centro.
El perfil de los pacientes en los que se ha centrado el curso son aquellas personas que padecen una enfermedad mental “grave y duradera” como son la esquizofrenia y todo el espectro de trastornos psicóticos, depresiones resistentes, trastornos bipolares y graves trastornos de personalidad. Como destaca Isabel Oñoro, en las Unidades de Hospitalización, Tratamiento y Rehabilitación (UHTR) “muchas de las personas que sufren enfermedades mentales sufren discapacidades psicosociales que se expresan en su autonomía personal y social, en sus relaciones, su integración laboral, en pérdida de redes sociales y en limitaciones en su participación e integración”. “Esto se agrava aún más en las Unidades de Cuidados Psiquiátricos Prolongados (UCPP)”, añade Juan Jesús Muñoz.
Los usuarios de estos servicios se engloban en dos grandes bloques: aquéllos con posibilidades de recuperación y quienes tienen un mayor grado de deterioro, sin recursos de ningún tipo, ni familiares.
Según los datos recogidos en los años 2014 y 2015, de los 26 nuevos ingresos en Unidades de Cuidados Psiquiátricos Prolongados (UCPP), 14 se han reubicado en unidades de rehabilitación con perspectivas de alta, frente a los 12 que han precisado y se considera que precisarán de cuidados y apoyos de forma permanente. “El elemento común en todos –señala Mónica Quesada, residente de cuarto año de psicología en el Centro San Juan de Dios- es el objetivo general de ampliar sus recursos y capacidades personales, su nivel de funcionamiento psicosocial, hasta donde cada uno pueda llegar”. “Nuestra labor –añade- será ir ajustándonos a la realidad cambiante, al perfil más asistencial, al perfil de más edad y al perfil más heterogéneo que se presenta cada día en el centro”.
El promedio de años de ingreso en estas unidades, como señala Juan Jesús Muñoz, está en torno a los 11 años. “Si hablamos del promedio de años que llevan en el centro los usuarios que acaban siendo externalizados, estaríamos en torno a los 8 años. En cuanto al tiempo medio en el dispositivo previo a la externalización, el denominado hogar de entrenamiento intensivo, sería de entre 1 y 3 años”.
Marta López, psicóloga clínica en la UCPP, destaca el papel protagonista del usuario en todos los recursos del centro y su dificultad de adaptación “ya que el ingreso supone cambios drásticos en su vida”. Por ello, los principales problemas a los que se enfrentan son “poner salud en cada uno de ellos teniendo que contener el sufrimiento del otro para poder ayudarle. Debemos hacernos cargo de la angustia, la desorganización, la desestructuración y el sufrimiento de usuarios y sus familias, siendo necesario para ello soportar el nuestros sin volcarlo en ellos”.
Debido a esta situación de “desventaja social”, entre otros aspectos, “la tasa de mortalidad por suicidio ajustado para la edad y el género de las personas que padecen un trastorno esquizofrénico -alerta la psicóloga- es nueve veces mayor que la de la población general” y, por ello, “su adecuada atención integral exige la actuación coordinada y complementaria entre el sistema sanitario de servicios de salud mental y el sistema de servicios sociales”.
Otro de los recursos con los que se cuenta el área de salud mental del Centro San Juan de Dios, son los grupos terapéuticos en rehabilitación que, como señala Luisa Ruiz, especialista en psicología clínica, son complementarios al tratamiento farmacológico “pero de gran valor en sí mismos".
En este sentido, los grupos tienen un papel fundamental en el programa URECO (Unidad de Rehabilitación de Conducta) desarrollado en Ciempozuelos “abordamos problemas conductuales con terapias individuales y grupales” cumpliendo cuatro funciones fundamentales por cada miembro del equipo. Una, la contención verbal “para preservar su bienestar físico, ya que pierden el control con facilidad”. En segundo lugar, una función de apoyo debido a los problemas de autoestima y los déficits de autocuidado, siendo muy importante aquí el papel del trabajador social. Tampoco hay que olvidarse de la atención. “Aquí tenemos que apelar a la presencia y disponibilidad, pero regulando la distancia, ya que al paciente le asusta la dependencia”. Y, por último, la función estructural, “con un ambiente predecible, estable y repetitivo”.
El objetivo, señala la psicóloga, es “que los pacientes identifiquen patrones disfuncionales en sus relaciones interpersonales y tomen conciencia de su estados internos y sus modos de regulación y que incrementen sus habilidades de regulación afectiva, de las emociones, integración, etc.”.
Evaluación a través de sus habilidades, no de sus limitaciones
Otro de los aspectos tratados en el curso se centraba en la evaluación e intervención en rehabilitación psicosocial. Mónica Quesada, destaca que en rehabilitación psicosocial “la evaluación va encaminada a identificar el nivel actual de habilidades de una persona, así como las posibles dificultades para el desarrollo de una vida satisfactoria”. “Es un proceso continuado en el tiempo -aclara- y permite obtener datos en diferentes contextos con el objeto de hacer una intervención lo más individualizada posible”.
El gran avance de los últimos años, según destaca Quesada, es que se está menos centrado en la sintomatología y se le da más importancia a las capacidades y dificultades de la persona, de tal manera que puedan valorarse sus necesidades, así como los apoyos que habrá que poner en marcha para cubrirlas”. A pesar de lo que podamos creer, Mónica Quesada nos explica que “diversos estudios han constatado la fiabilidad y la capacidad de las personas con trastornos mentales crónicos para responder sobre sus preferencias y su calidad de vida”.
Aumento de los trastornos de personalidad
Según los datos del estudio realizado el año pasado, en 2015 la psicosis fue la indicación de ingreso principal: el 67 por ciento por esquizofrenia paranoide, el 4 por ciento por esquizofrenia residual, el 4 por ciento por trastorno delirante, el 4 por ciento por trastorno esquizoafectivo, el 4 por ciento por trastorno bipolar, el 4 por ciento por depresión recurrente y el 12 por ciento por trastornos de la personalidad.
Isabel Oñoro alerta de que “en los últimos años se ha ido observando en las diferentes UHTR de la Comunidad de Madrid el aumento de ingreso de pacientes diagnosticados de trastornos de la personalidad, hasta el punto de que en la actualidad en nuestra unidad un 28 por ciento del total de los pacientes lo tienen como diagnóstico”. En su opinión, son un reflejo de lo que sucede en la población general, “en la que las alteraciones de personalidad y los problemas de conducta se han agravado en los últimos años”. Ahora bien, uno de los aspectos que puede tener que ver con que esas personas acaben ingresadas en nuestras unidades y no en recursos propios de la red de Trastornos de la Personalidad sería el carácter voluntario de dichos recursos, que dificultan el mantenimiento del paciente en sus programas de tratamiento y posibilitan la petición de altas voluntarias o incluso a pesar de la prescripción médica ni llegan a iniciar dichos programas.
En el Centro San Juan de Dios confluyen dos factores comunes en estos usuarios: “la condición de involuntariedad para poder dar continuidad a un tratamiento que este perfil de patologías psiquiátricas rechaza sistemáticamente; y que estos trastornos suelen presentar asociados trastornos de conducta variados y en muchos casos de alto riesgo (comportamientos heteroagresivos, conductas autolesivas, gestos autolíticos, adicciones…) que requieren de un medio con posibilidad de contención y supervisión directa como pueden ser nuestra UHTR”, aclara Oñoro. Por ello, Juan Jesús Muñoz considera que “nuestros dispositivos y nuestro trabajo han de ir encaminados a la finalidad de poder anticiparnos y ser proactivos a la hora de acometer los inevitables cambios en los perfiles de ingreso en el futuro”.